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SOBRE OSCAR WILDE

"Como no fue genial, no tuvo enemigos". Esta frase de Oscar Wilde resume por contraposición su propia persona. Capaz de vivir siempre en los límites, su genialidad lo empujaba a destruir barreras sociales y políticas. Pecador, si los hay, fue creador de una estética, de un personaje que le llevó la vida.

Oscar Wilde nació en 1854 en Irlanda, el único país del mundo que encontró en la literatura el aliento y fundamento para llevar adelante una revolución política, dos años antes que George Bernard Shaw. Hijo de Sir William Wilde, científico, padre de la otología moderna y de lady Francesca Jane Elgee, quien escribía bajo el seudónimo de Speranza sus artículos políticos y poesías en las que exaltaba al pueblo irlandés; nacionalista y feminista, fue miembro del Renacimiento Literario del 48 junto a figuras como William Butler Yeats, Lady Gregory y John Millington Singe.

Nacido en un hogar fuera de lo común, hijo de padres excepcionales, fue educado en los mejores colegios de Dublín y luego en Oxford. Se casó con Constance Lloyd con quien tuvo dos hijos, le tocó en suerte vivir durante el reinado de la Reina Victoria (1837-1902).

Cuando hacía apenas dos años que había llegado a Londres se convirtió una figura pública, caracterizó su persona desde la vestimenta, siempre a la moda y con ciertos toques extravagantes, a las opiniones intelectuales y políticas. Vivió en forma coherente con sus postulados casi toda su vida. El éxito lo acompañó, sus libros encantaban y sus obras teatrales generaban expectativa en todo Londres. La transgresión de las austeras normas imperantes fue una constante, Wilde cenaba con panteras, muchachos de los barrios bajos.

Su lucha contra la mojigatería victoriana está planteada en términos estéticos. "Podemos perdonar a un hombre por haber hecho una cosa útil siempre que no la admire. La única disculpa que tiene el hacer una cosa inútil es que uno la admire intensamente. Todo arte es completamente inútil". Se atreve a defender, en una sociedad que se enorgullece de producir objetos útiles, al arte por el arte mismo, a la belleza como un valor en sí misma. En su ensayo La Decadencia de la mentira decía: "Las únicas cosas bellas son las que no tienen nada que ver con nosotros... Todo lo que es útil o necesario, todo lo que nos afecta en algo, dolor o placer, todo lo que se dirige a nuestra simpatía, o posee una importancia vital en el ambiente en que vivimos está fuera del dominio del arte".
Oscar Wilde.

George Bernard Shaw.

En una suerte de contradicción, a pesar de haber sostenido: "Detesto la vulgaridad del realismo en la literatura. Al que es capaz de llamarle pala a una pala, deberían obligarle a usar una. Es lo único para lo que sirve", mientras se encuentra en prisión escribe la Balada de la cárcel de Reading, la que firma con su número de celda C.3.3., influenciado por la historia de un preso condenado a muerte:

Y todos los hombres matan lo que aman,
que lo oiga todo el mundo,
unos lo hacen con una mirada amarga,
otros con una palabra zalamera;
el cobarde con un beso,
¡el valiente con una espada!

"And all men kill the thing they love,
By all let this be heard,
Some do it with a bitter look,
Some with a flattering word.
The coward does it with a kiss,
The brave man with a sword!" 1

Sus opiniones políticas, como irlandés y heredero de la poderosa influencia de su madre, lo hicieron sostener en varios ensayos que: la sensibilidad y profundidad de los celtas no tenían por qué estar sometida a la frivolidad y el burdo sentido práctico de los teutones. Afirmación que, en boca de un nativo, al decir de George Bernard Shaw, de "la otra isla de John Bull", lo enemistó con la critica literaria londrinense, comprometida con la infalibilidad del proyecto burgués de civilización del imperio británico; en la creencia de que todos los pueblos del planeta le merecían incondicional entrega.

La Sociedad de la que él se rió, y que rió con él y más tarde de él, tenía a "John Bull" como el personaje que representaba el espíritu inglés, industrioso y confiable, maduro y racional, adulto y masculino. En contraposición con "Paddy", el espíritu irlandés, que es indolente, inestable y emocional, infantil y femenino.

William Butler Yeats
Oscar Wilde fue juzgado tres veces. La primera vez, pasó de acusador a acusado y abandonó el banquillo para ser arrestado, la segunda fue conducido a la prisión preventiva y la tercera fue recluido en una prisión durante dos años. Perdió su fortuna y su familia, la mayoría de sus amigos le dieron la espalda. Sólo le quedaron el dolor y el conocer a la piedad como él mismo le confesó a André Gide, quien pudo conocerle personalmente, en una entrevista que éste le hiciera, y también expresado en La Balada. Al respecto, Gide cita en su ensayo In memoriam de Oscar Wilde (1992): [...] "de rodillas doy gracias a Dios por habérmela hecho conocer (La piedad). Pues yo entré en la prisión con un corazón de piedra y pensando sólo en mi placer, pero ahora mi corazón se ha roto, y la piedad ha entrado en él; y ahora comprendo que la piedad es lo más grande que hay en el mundo".

El gran pecado del escritor irlandés quizá fue parecerse al "John Bull" y no al "Paddy" del imaginario de la sociedad británica, su dandysmo, modales aristocráticos, genialidad y estética, él mismo en su conjunto era un cachetazo al imperio, que necesitaba justificar la conquista embruteciendo a los conquistados. Su existencia era subversiva. La tirana necesita controlar todos los detalles del funcionamiento de su sociedad. Y no hay cosa más difícil de controlar que la espontaneidad de las pasiones. Éstas son increíblemente subversivas. La burguesía le negó al individuo su individualidad por lo que el individuo que no acata las reglas debe ser eliminado.

Estoy convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para cada hombre, y que es en ese mundo, que está dentro de nosotros mismos, donde deberíamos intentar vivir. Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde, trató de vivir ese mundo personal e individual en el mundo real y el mundo real lo devoró.

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